lunes, 27 de febrero de 2012

Cambiaste mi piel por barro en una esquina irresuelta

Con tu egoísmo intentás hacerme ver el mío, ¿y a dónde vamos con esto?, si no al desatar de una guerra silenciosa donde no habrá vencedores ni victoria.

Tu sufrimiento es el mío pero a la vez... a la vez mi felicidad es tu propio sufrimiento y la vuelta se hace eterna, el círculo se ensancha y en el centro está el vacío al que no quiero rodar.

Pero ¿cómo?, si al mal tiempo buena cara, pero el mal tiempo se ha prolongado y tu cara en ese molde inflexible de dolor me asquea, me repele, me revuelve el estómago cuando lo noto posado en mi propio rostro. Cuando me lo colocás como una máscara, buscando que entienda de una vez -¿cómo?-, cómo es que no podés salirte de esa tortura eterna. De ese permanecer anclada junto a tus miedos y tus culpas.

Me estaqueás sobre tus charcos de llanto y completamente embarrada, impregnada en tus lamentos, te pido piedad, te ruego piedad agonizante.



Si al menos pudiera culparte por esta humillación, al menos reprocharte esta falta de consideración. Pero en cambio debo aceptarte, cubrirte con un manto de piedad y no apelar a tu cordura, no apelar a que reacciones.

martes, 21 de febrero de 2012

Stt


[Es este ardor y es esta la fiebre del que espera, frente al despertar. Vámonos de aquí...]


Starosta, el idiota, puso su cara en mi almohada a medianoche y me acarició hasta dormirse. Fue llegado el alba que desperté en aquella hamaca de jazmines florecidos, impregnada en ese aroma dulce empalagoso.
Se acercó entonces él, son su larga barba, y comenzó a recitar su profecía.
Quién sabe si logré escucharlo o simplemente me pesqué nadando en sus pupilas negras como el mismísimo mal.
Comenzó a fluir de los rincones más oscuros de su paladar un canto hipnotizante, llevándome paulatinamente a una nueva imagen, un universo aún más paralelo, donde ya no había cuerpos, ni manos, donde todo, todo incluso nosotros mismos, era energía desmedida viajando en el vacío, vendavales de colores armando y desarmando figuras.



Ya no había tacto, y apenas conciencia.





[No llores más, ya no tengas frio. No creas que ya no hay más tinieblas, tan sólo debes comprenderla.]