viernes, 2 de marzo de 2012

Juicio

Mirame, mirame cómo estoy, mirá lo que soy, mirame ahora y creéte que no es tu culpa, que esto que tanto te aterra, es mi personalidad.
Dale, mirame y creételo, ¿o es que te estoy desafiando?, a que la víctima se ponga del lado que tiene que estar.

¿O no te la bancás?  ¿Es eso de lo que escapás?

No te queda el traje de afrontar errores y pedir perdón. Por eso te escondes tras esa capa de trastornos: por ser inimputable, por lavar tu culpa en la bañera.

Goce

Y aunque sean las once el cielo está nublado y parece que fuera de día. Además una leve llovizna moja mis piecitos y tengo algo de frío en las orejas.
Lo veo como algo definitivo, digo, este estar aquí, tan mío, mirando siempre hacia afuera, hacia otros muros, otros jardines. Y hasta si el hombre de las erres borradas me susurrara en la brisa.
Y no le importara hablar mal el español, o si un gato blanco caminaba por el techo del frente y se mezclaba con lo blanco de la pintura del techo del frente y uno no supiera distinguir el gato del techo, o el tacho, que también está lleno.
Que regocijo gozar así de estos momentos, tan oportunos, en que mi mano toma la lapicera y se va, nos vamos lejos. Jugamos con las nubes de este cielo, que hoy está nublado.
Por un instante, que durará lo que para ti sea un instante, poder sentir el placer de reconocerme de un vistazo, sin mayor esfuerzo, desde las nubes, allá bien lejos.

Sólo aquí, sólo contigo en mi regazo, mientras te rozo. Y te releo.