martes, 7 de febrero de 2017

Amanece

Ahora Amanece, como si otra cosa fuera imposible de ser. Estalla la luz en el cielo, empiezan a distinguirse los colores de los árboles, las flores.
Parece que la oscuridad también se agota, y a cada noche le sigue el día, más o menos radiante, le sigue el día. Parece que la oscuridad también se agota y de la profundidad del negro nace mi sonrisa, la tuya, un mimo entre las sábanas.
Parece que después de todo la luz se filtra, ínfimo rayo, y te ilumina los ojos, retazos de océano. Parece que se acaba, sí, la noche, que se dibuja tu silueta en la cama, que te siento siento, que te veo a tiempo... para recordar toda la noche, y saber de qué sirvió el silencio, para no olvidarme del reflejo... que me dio la luna entre los sueños. Y darle gracias al cielo porque ahora asoma el sol y veo, por tu sonrisa y tu piel, y este calor en el pecho, por lo que circula entre nuestros cuerpos, porque te amo, porque te quiero, porque estoy con vos aunque estés muy lejos, porque de repente entiendo, sí, se filtra el sol y recuerdo, le encuentro sentido al tiempo, voy hilando los momentos, me sumerjo en la confianza, la libertad que me respalda, para empezar la revolución, y ver en tu rostro todas las caras de todos los hombres, de todos los niños, y amándote amar al mundo, salir del letargo inmundo, expandir el pecho, mirar a los ojos, saberse en el resto, cultivar la vida, andar con respeto, observando siempre, haciendo silencio, para vaciarnos de todo, para quitarnos el juicio, para aceptar lo que somos y así aceptar a los otros. Para mirar el camino con paciencia y con esmero, para tirarnos al suelo y mirar el cielo, hacernos ínfimos, levantar vuelo, fundir con la brisa, sonar con el viento, las plantas meciendo, entregarse sin reservas, sin remedio, a lo que fluye y lo que mueve, a lo que penetra y lo que duele, a lo que gozo, a lo que incendio, a lo que viene y lo que dejo, a lo que pajarito pajarito*, tan mío y de nadie.
A lo nuevo y al recuerdo, al amar sin recelo, a la creación y al misterio, a darle ruedo al juego, a ser desde lo más pequeño, de cada día, de cada sol que asoma en el cielo y que se filtra. Dando gracias a la noche, a cada noche, que trae lo nuevo.