miércoles, 23 de diciembre de 2015

No acepto el mundo. No voy a aceptar el mundo, simplemente porque no lo es. Porque podría ser cualquier otra cosa y no este circo de baratija. Un pájaro azul cruzando el infierno, un hombre que planta flores mientras se prende fuego. No me entrego a lo real. El mundo me sufre y me sofoca. Un pájaro azul y no esta sopa en sobre recalentada. Una vida y no esta muerte vacía y lenta. Voy a crear miles de mundos y a destruirlos de un chicotazo, voy a crear miles de mundos y a creer en ellos, voy a refugiarme en ellos con los oídos tapados. Voy a crear miles de mundos y a creer en ellos porque tengo una sed exuberante, un deseo exagerado, incauto y peligroso, de vida.

lunes, 27 de julio de 2015

Cuándo nos desorejonaremos?
Olvidaremos las palabras
una a una
ya verás
al principio nos será difícil
nos va a aturdir el silencio
las perras negras rebotando
todas juntas contra el cráneo.
Pero con el tiempo,
ya verás,
sólo las recordaremos vagamente
y luego no significarán nada
serán como cualquier otro sonido:

un portazo
el canto de un pajarito
la pava que silva

serán sonidos
huecos
como los otros
llenos
como los otros

y nosotros
nos desnudaremos
sin más certezas
que las de nuestro tacto.

miércoles, 10 de junio de 2015

¿De qué mierda me sirve la poesía
si está hablando de tu muerte?
Si vos estás realmente muerto 
y yo no hago más que
escribirte describirte
llorarte dolerte
con las mismas palabras
las misma putas palabras de siempre
frígidas
inmóviles
muertas
tan pulcras
tan limpias
de llanto de sangre
me cago en ellas
me cago en la puta poesía

que no te trae de vuelta

martes, 9 de junio de 2015

Se me parte la cabeza

se me parte la cabeza,
me la he golpeado 100 veces
y no, no se arregla
se me parte
y me congela
me encadena
se me parte
se despieza
y los pedazos se escapan
me miran 
de frente
me hablan
se me cagan de risa
se me parte la cabeza
se cae
se quiebra
los junto a los pedazos
los ordeno
(rompecabezas)
faltan piezas
los ordeno
se me parte la cabeza
(quizás buscar debajo de la cama)
los pedacitos me miran
te estoy diciendo que me hablan
los callo

(se me parte la cabeza)

Matilda y los semáforos

Era el primer día de clases y Matilda caminaba rumbo a la escuela de la mano de su madre. A partir de ese mismo medio día, empezaba a ir y volver ella solita y su mamá iba a explicarle todo lo necesario. En el camino llegaron a una esquina en la que se cruzan dos avenidas y el semáforo se puso en verde, entonces la mamá de Matilda giró sobre sus pies y cruzaron en la dirección perpendicular, aprovechando el semáforo en rojo. Matilda escuchó atentamente cuando su madre le dijo que eso había que hacerlo siempre que se ponía un semáforo en verde, pa-ra ga-nar tiem-po. Matilda no sabía que el tiempo se podía ganar…

Así fue que cuando terminó la jornada y sonó el timbre, Matilda empezó a caminar hacia su casa. Eran pocas cuadras las que le esperaban por delante pero en un momento llegó a esa esquina, la de las avenidas, y el semáforo se puso en verde…. Matilda recordó los concejos de su madre y cruzó en la dirección perpendicular, pero al llegar a la otra esquina, el semáforo ya estaba en rojo y Matilda aprovechó para cruzar otra vez… al llegar del otro lado, Matilda vio que el semáforo volvía a ponerse en rojo y volvió a cruzar, para ganar tiempo. Así Matilda estuvo casi una hora, hasta que llegó su mamá preocupadísima y enojada y preguntándole si acaso era tonta.

lunes, 1 de junio de 2015

Matilda y las tizas de colores

Siempre me gustó acariciar las paredes mientras camino las veredas, ir rozando con la yema de los dedos, las paredes destartaladas, arrancarle un pedacito de costra a esos accidentes que dejan los años, y la humedad, rasparme con el revoque grueso, con los pedacitos de botella triturada, resbalar por los azulejos pulidos, sentir los poros de los ladrillos vistos, dibujar una línea en el vidrio de una zapatería que al día siguiente alguien limpiará aplicadamente con spry- y – tra-pi-to de algo-dón y (sobre todo) golpear las rejas en su intermitencia, haciéndolas largar un sonido que varía con diámetro y formas.
Pero esa noche fue diferente y lo noté en seguida, una línea verde recorría las paredes, anunciaba el recorrido de mis dedos con exactitud de relojero, desaparecía en los vidrios y continuaba en las rejas estampándose en el choque y dejando pequeñas manchitas verdes, estrepitosas, cruzaba la calle en un hilo invisible y continuaba en la esquina siguiente.
Tal fue la sospecha de que era ese un caminito hecho exclusivamente para mi mano, para mi mano que sin esfuerzo seguía el recorrido, sin sorpresas, sin desviarse ni un centímetro de lo que tantas noches y tantas caminaras y canciones en voz alta cuando la calle está desierta; que ni siquiera noté que me había desviado y me alejaba, vía caminito verde de mi casa y el tan esperado té caliente que venía deseando ya hacía un par de horas.
Doblé en una esquina convencida de que era lo más natural del mundo que mi mano siguiera ese rumbo puesto que estaba ahí para ello y no iba a ser yo quien se interpusiera en tal mandato tan explícito y propio y verde.

Entonces, justo en el ritmo agudo de unas rejas cuadradas y huecas, la vi. No tenía más de diez años y llevaba entre los diminutos dedos una hermosa tiza verde.

jueves, 14 de mayo de 2015

resbalo por las tres maría de tu hombro
respiro el perfume de tu piel de reciente baño
(blanquito)
de hilos tibios resbalando sobre tu cintura
(escurridizos pero pacientes)
y jabones de lavanda...

hay tanto de flor en vos...
(y de cielo, y brisas frescas)
ese culito por ejemplo,
que se eleva bajo mi mano
ahora que también baja por tu cintura,
(más paciente que escurridiza)
tan indefenso y suave

sin contar las piernas,
el movimiento de las piernas
que separás apenas
si apenas rozo
la humedad de tu sexo

y aunque sueltes un gemido tímido
(un ronroneo casi)
o justamente por eso
mi mano continúa resbalando
siempre despacio y suave
casi con miedo de rasgar
tan estupendo lienzo

lunes, 4 de mayo de 2015

Yungas I

Y volverme una especie de Rainha de la selva, aunque mi color de piel y mis ojos. Pero aún así cubrirme de enredaderas y dirigir con un bastón de madera noble, tallada hasta el último detalle, la lluvia y las corrientes de los ríos. Llegar un día a una cascada y sentarme en la orilla, quedarme quietita ahí, como la piedra más grande, y con los días cubrirme de musgos y de insectos, dejarme habitar, ser paraje de las mariposas y sostén de los líquenes. Dejarme recorrer, erosionar, desgastar, socavar por el agua, hasta, finalmente un día, desaparecer por completo.

domingo, 26 de abril de 2015

Entradas para espacio

Fue como sabido, cuando estábamos bajando en el ascensor se me cruzó por delante de los ojos, se me aferró a la boca del estómago. Un par de segundos, nada más, suficiente para decirle a la Polaca que agarrara bien la mochila porque andaba con la compu nueva. Por decir algo, por dejar sentada esa sensación en advertencia.
Había estado mirando el patio desde el quinto piso y algo había asomado, una nostalgia del vértigo, algo, que me obligaba a mirar fijo al piso y olvidarme de la conversación y de todos ahí dentro. Mirada fija en el piso, balanceo casi imperceptible, autohipnosis, un bicho de veinte patas aferrado al estómago, una sombra en los ojos, andá con cuidado.
Crucé Nueva Córdoba caminando entre mesas de bares y música sintética, mirada: fija en el piso y manos: en los bolsillos del saco, tarareo mental, lástima no tener los auriculares. Esquina, Rondeau y Buenos Aires, entonces veo las cintas de peligro y una camioneta cruzada en la calle, un montoncito de curiosos acurrucados.
-Accidente- pensé, y busqué el choque, los vidrios rotos, pero encontré sólo una manta en el centro de la calle, una manta blanca absorbiendo una enorme mancha de sangre fresca. Al bicho le salieron veinte patas más y las cuarenta se hicieron sentir en el tejido pulposo, contrayendo.
Me alejé para cruzar la calle, intentando no mirar y sin lograrlo, pero entonces se acercó una pibita
-Amiga, ¿entradas para Espacio?
Debo haber estado pálida porque ni siquiera se quedó a esperar una respuesta, mi mirada le bastó para dar media vuelta y encarar automáticamente a dos chabones que caminaban a mi derecha. Ellos le dicen que no y en cambio le preguntan qué pasó.
-No sabía qué era porque siempre tiran cosas de este edificio, cuando lo vi era cuerpo, sangre y cerebro. Chicos, ¿entradas para Espacio? Era un tipo grande,bah, habrá tenido 30 años, pobre tipo sí, pobre tipo. Chicos entradas...
La boca me quedó abierta todo el camino de vuelta, el bicho prendido a las tripas mientras me preguntaba, ¿qué habrá pensado mientras caía?