sábado, 21 de septiembre de 2013

Matilda em Cidade Baixa

Matilda pasa por el frente de una a casa de antigüedades y se queda mirando en la vidriera una colección de bailarinas de porcelana. Matilda no entiende cómo puede alguien haberlas hecho justamente de porcelana porque están tiesas y además son frágiles.
A Matilda no le gustan las cosas frágiles porque es bruta y siempre rompe algo y le da muchísima vergüenza, pero ya la alcanza justo en el centro del ojo izquierdo el reflejo de la luz en una araña de la que cuelgan cientos de piedritas puntiagudas que parecen diamantes y ve sobre un estante tres sifones de colores...
Verde, amarillo, azul...
Y piensa que se quiere cambiar el nombre por uno que haya elegido ella. Y sigue caminando despacio, bajo el paraguas violeta que se robó en un cine, y bailando un poquito y se alegra de no ser de porcelana y de no saber nunca qué hay a la vuelta de la esquina, cuál es la calle que sigue o para dónde está el centro.

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