martes, 29 de octubre de 2013

Tu nombre

Y no quiero nombrarte porque tu nombre -esa palabra que te designa y te limita, que ordena que vos seas vos, tu figura, tu voz, tu persona y no cualquier otra cosa, no tu perfume flotando en mi almohada o la taza de café que dejaste a medio terminar en mi cocina, no los pájaros ni el aire tibio de esta mañana primaveral ni tampoco mis ganas de abrazarte y besarte el cabello o esta ansiedad estúpida de que regreses, tu nombre, el límite entre vos y todo lo demás, todo lo que pasa, existe y es a través tuyo y a tu alrededor- se disuelve en mi boca, empieza y termina en una lágrima que no derramaré y que por eso se vuelve nudo atado a mi garganta y me asfixia -como tus manos, aquella lejana primera vez-.
No quiero nombrarte, nombrar con 4 letras esta infinita soledad que me acompaña, porque sé bien que sería una mentira, una más entre tantas eternas que se acumulan bajo mi nuca.
Porque si fuera eso, si tuviera tan sólo ese nombre entonces sería reversible, sería combatible y no lo es. Porque tu olor o la taza llenarían algo del vacío que me ocupa, dejarían al menos una esperanza y no lo hacen porque sé que vos, tu voz, tu figura y tu persona, tu existencia limitada por tu piel, incluso aquí a mi lado no cambiarán la infinita, la eterna soledad que me acompaña.

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