martes, 15 de febrero de 2011

Espera

Veo sus caras, los hay viejos y jóvenes, de pieles blancas y oscuras, en verdad muy oscuras, en verdad muy blancas. Madres, niños, señores de traje y otros que apenas tienen qué ponerse.
Todos cansados, atados a la fila que están absurdamente obligados a cumplir, casi rutinariamente. Buscando distracción en lo que sea, cualquier cosa que haga pasar el tiempo.
Hay gente buena pero nadie regala nada, algunos vinieron en busca de una recompensa, otros en busca de una limosna, otros a hacerse dueños de algo que no les pertenece, otros se quieren despojar de aquello que los consume y les nubla la vista.
No se conocen, ni en lo más mínimo, pero conversan de cualquier cosa y se ríen. Ríen a carcajadas esperando que al cesar su risa, haya existido un minuto mas.
Sólo esperan el fín, con caras amargadas y no tanto, mirando todo con una enajenación imposible de ignorar.
Todos están apurados, no saben bien por qué, pero apurados. No quieren esperar pero de a poco se van transformando en postes, columnas que apenas se mueven, unos detrás del otro, y así sucesivamente.
Nos contemplamos, juzgándonos unos a otros, imaginándonos historias, vidas, personalidades, pensando de qué forma somos superiores; pero nada nos distrae del objetivo común, de nuestra tarea en este lugar, de nuestra misión y la ansiedad por cumplirla.
Al llegar al final el cajero del banco atiende nuestras inquietudes, y todo vuelve a ser como antes.

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