lunes, 3 de octubre de 2011

Tanto fue el cántaro a la fuente

No me gusta ser urgente y transparente, tener la piedra colgada al cuello y en el anillo, una cereza.
Si, una aspereza que no se lima. Quizás si le encontrara un sentido a la vida, tan volátil, tan poca cosa, tan el papel que se quema o el relámpago de esta tormenta. Tan madre que se suicida en el balcón.
Que lastimoso, que repugnante, que irritantes tus brazos que me persiguen, que conciente, que claro todo, que insoportable.
Que lastimoso, que repugnante, que irritantes tus brazos que me persiguen, que conciente, que claro todo, que insoportable.
Que lastimoso, que... (Y es el momento en que pregunto si me quieres y comienzo a caminar desnuda por la casa)
Si ahora estás sudando, dale 5 vueltas a la cola, luego te sientas en el pasto, y me explicas dónde vamos, que ya no encuentro respuestas. Porque la madre se ha suicidado y el niño llora, y en el chillido escucho una condena, como la tuya y la mía, como los cuervos, como las latas, como los cuentos. ¿Cómo?
Y aún reitero, y desespero, pero si en el espejo estás yo no te veo.
Quiero que asome esa luz de la que hablamos en las tejas, concentrate!
Una ráfaga que absorbe simultánea la paz, la osadía y los reproches.
¡Qué maravilla! Pero sólo si pudieras sentarte en el pasto, dejar de darle vueltas a la cola y explicarme a dónde mierda vamos. 

2 comentarios:

  1. "que conciente, que claro todo, que insoportable."
    Genial!

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  2. Hoy en día

    Ya pasé por el golpe de la horca
    por el filo de la guillotina
    por la maldita primera línea
    por la tortura setentista.
    Pero nunca
    nada
    como esta muerte
    tan gradual
    tan vacía

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