martes, 21 de febrero de 2012

Stt


[Es este ardor y es esta la fiebre del que espera, frente al despertar. Vámonos de aquí...]


Starosta, el idiota, puso su cara en mi almohada a medianoche y me acarició hasta dormirse. Fue llegado el alba que desperté en aquella hamaca de jazmines florecidos, impregnada en ese aroma dulce empalagoso.
Se acercó entonces él, son su larga barba, y comenzó a recitar su profecía.
Quién sabe si logré escucharlo o simplemente me pesqué nadando en sus pupilas negras como el mismísimo mal.
Comenzó a fluir de los rincones más oscuros de su paladar un canto hipnotizante, llevándome paulatinamente a una nueva imagen, un universo aún más paralelo, donde ya no había cuerpos, ni manos, donde todo, todo incluso nosotros mismos, era energía desmedida viajando en el vacío, vendavales de colores armando y desarmando figuras.



Ya no había tacto, y apenas conciencia.





[No llores más, ya no tengas frio. No creas que ya no hay más tinieblas, tan sólo debes comprenderla.]





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