sábado, 7 de mayo de 2011

Venus

Se te pintan los ojos de alas.
se te vuelan las cejas,
se te tiñe la cara.
Vas contando de dos en dos los saltitos,
y al final estará el cielo y un par de brazos,
que te llaman:
Hermosa, desorbitante.
Crítica, maniática, espeluznante.
En un cerrar de ojos se fue el otoño
y ya no queda más que frío y mucho gris,
que pullovers enormes que pican en el cuello
y no abrigan los pies.
No quedará más que la tierra,
revolcándose insistente sobre sí misma,
terrible, arrasadora.
Contaminando el aire,
causando alergia a más no poder,
y moretones.
Como los sueños.
Como la magia y el amanecer,
temprano,
en una cama que no es la propia,
con olor a sexo y muy poca ropa.
Un extraño que yace al lado y te despide,
con un beso en la mejilla.
Hay que salir a la calle a veces,
volver a casa y mirar al sol,
a esas pupilas tajantes,
o dejar que castigue en la espalda.
Con ojeras y medias negras que no duran ni una noche.
Con una culpa insoportable,
contando las baldosas, mascando chicle.
Como si no pasara nada,
como si estuvieras conforme.
Como si el humo se ocupase de taparlo todo,
saliendo de las chimeneas que están arriba y lejos.
Sólo porque te empalaga la omnipotencia.
Sólo porque la brisa te endosa al oído una canción que no termina nunca.
Y empezás a saltar de nuevo,
y de dos en dos llegás al cielo.

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