Esto de estar así, tan entre las cuerdas, tan esperando el tecer golpe en las tablas.
Esto de estar mirando el cielo con una lágrima al borde de cada ojo y siempre al borde, intentando encontrarte en la silueta de alguna nube.
Estos días tan horribles, tan grises, tan de mierda, en que miro una foto o leo una carta y me pregunto ¿dónde estarás?, ¿qué nos pasó?
Y me refugio en la bronca y las ideas suicidas, en los semáforos en rojo y la velocidad.
Estoy tirada en mi cama, fumando y escuchando jazz, afuera llueve y cualquier excusa es buena para llorar, pero no sirven.
Sólo te extraño, me golpeo el pecho y te extraño inmersa en este dolor inconfundible y me convenzo más y más de que nadie me entiende. Escucho sus planteos, sus problemas, sus reproches y sus exigencias y me convenzo, y te extraño y me pregunto ¿donde estarás?, ¿qué nos pasó?
Y los discos allá siguen dando vueltas y no me puedo subir, si me detengo el mundo me aplasta, es una esfera gigante, pesada y gigante que gira, pero no quiero pelear más.
Quiero arrancarme esta sensación tan puta de estar sola, arrancarla y si puedo, de paso quitarme el corazón.
Sonreir como Dios, las publicidades y la familia mandan. Prenderle fuego a mi cabeza en una olla con alcohol y soñar, que la historia se parece más a los sueños.
Sueños donde vos si estás y no tengo que mirar al cielo y preguntarme ¿dónde estarás?, ¿qué nos pasó?
Sueños donde no es carnaval, donde todos no son más que lo que son, y no hay lástima, no hay máscaras ni Venecia. Donde estás vos y estoy yo, y el mundo es un lugar agradable y no hay dolores inconfundibles, ni pesadillas cada noche. No hay nubes, no hay lluvia, ni gris, ni cielo; y no hay que pelear más.
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