domingo, 26 de junio de 2011

Malditas, putas pulgas

Me despertaba cada mañana con una picazón insoportable, horrible, incontrolable. Lleno de ronchas en todo el cuerpo y no podía evitar gritar: "Malditas pulgas" y sentir sus risitas agudas entre las sábanas.
Nada de esto es real, repetía. Pero las ronchas estaban y también la picazón. Malditas pulgas malditas.
Todo esto duró exactamente 27 noches. Irse a dormir, abrir la cama, revisarla por completo, sacudir todo para no encontrar absolutamente nada, ningún rastro, nada. Acostarse pensando que quizás esa sería la excepción y levantarse con la misma puteada en la punta de la lengua. Ya las voy a agarrar hijas de puta...
Pero nunca podía, era como si desaparecieran cada mañana.
Recuerdo perfectamente la primer noche, volví asquerosamente borracho, con una angustia que no se ahogaba ni siquiera en el alcohol, ni siquiera se sedaba, se atenuaba. Cuando sentí la cama bajo mi pesado cuerpo fue como una bendición. Podía sentir que no estaba solo, y esa extraña presencia fue bienvenida, como una compañía agradable en momentos en que uno quisiera ser el único habitante del
planeta.
Y me dormí tranquilo, tranquilo porque estaba solo, pero no lo estaba. Quizás había encontrado el amor perfecto. Sí, esa era exactamente la sensación. Pero de amor no se un pedo, así que quién sabe...
Simplemente me dormí tranquilo, pero a la mañana siguiente ronchas, picazón...
El primer día no le di importancia, pensé en una reacción alérgica, o alguna de esas malas pasadas que nos juega el cuerpo cuando no lo conocemos.
Pero noche a noche la cosa se ponía peor, entonces empecé a escuchar las risas y supe que ellas estaban ahí. Las macabras risitas agudas. Putas pulgas.

El fenómeno me empezó a joder la vida, porque obviamente no podía llevar visitas eventuales a revolcarse conmigo, después deparramarían rumores de alguna enfermedad contagiosa...
Llamé a un exterminador de plagas, esos tipos que vienen con una máscara de gas y a mi sólo me recuerdan a los caza-fantasmas pero con menos experiencia. Fumigó todo y me prometió 99% de efectividad, pero siempre tengo la suerte de ser parte de la minoría.
No sólo no cedieron, como si tuvieran sed de venganza, esa noche fue la peor de todas. Y las risitas más agudas y más fuertes. Malditas pulgas.

Pero apenas revisaba la cama desaparecían las muy hábiles, entonces pensé que por algún lado debían estar entrando y saliendo. Cubrí las ventanas con cartones y cinta scotch. Cellé todas las aberturas, cuando abría la puerta, eventualemente, lo hacía rápido, muy rápido y vijilando.
Pero ellas seguían burlándome, aprovechándose de mí. Aparecían y desaparecían cada noche. Putas, malditas.
La mañana 27 comprendí lo que debía hacer, si no abandonaba la cama, podría vigilar todo el tiempo. Y así lo hice y no volvieron, porque me temían, a pesar de todo me temían.
Entonces no volvieron y yo comencé a sentirme muy sólo, como si hubiera perdido al amor perfecto quizás. Pero de amor no se un carajo así que quién sabe..

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