miércoles, 30 de marzo de 2011

Divino hado

Nos hablan de destino como un poder sobrenatural que guía nuestras vidas de forma necesaria, como la sucesión inevitable de hechos que forman parte de ésta desde antes de nacer. Es muy común escuchar a los supersticiosos decir que nada sucede por azar, que todo está escrito, predeterminado, como si realmente fuera posible que existiera una biblioteca inmensa con un archivo personal (y detallado) de todas y cada una de las personas. Leemos los horóscopos fascinados y creemos en ellos sin preguntarnos ni una puta vez quién los escribe y cómo hace para saber lo que este curioso y caprichoso fenómeno depara para nosotros; creemos en ellos, casi como si estuviera fuera de nuestras manos manejar nuestras mediocres vidas, como si fuera imposible escapar de esa fuerza omnipotente.
En mi humilde e insignificante parecer, el destino (azar, sino, ventura, suerte, fortuna) se construye. Nuestra vida esta hecha de decisiones, decisiones de las que no podemos escapar aunque muchos lo intentemos reiteradas veces, algunas las tomamos con la cabeza, en otros casos seguimos un impulso y muy pocas veces, a lo que algunos llaman corazón. A veces hasta decidimos sin darnos cuenta, sin ser concientes. Y ahí está la clave, justamente en la forma en que tomamos las decisiones: determina si somos libres o no. Porque los éticos hablan de la libertad como una capacidad inalienable de todos los hombres, pero bien sabemos que el entorno muchas veces no nos permite ser libres. Y ser libre, significa, tomar esas decisiones buscando nuestra felicidad, o como suelen decir: que el resto sea aire. Decisiones que no siempre son aceptadas por las personas que nos rodean, y a veces ni por nosotros mismos, decisiones que pueden ir contra nuestros principios o los de nuestro grupo social, o los de nuestra propia familia. Decisiones que pueden ir en contra de nuestra vida laboral y nuestro bolsillo(Como el estudiante de 5º año de Derecho que abandona de un día para el otro sus estudios para transformarse en mochilero y viajar por el mundo).
Como tengo una cantidad de tiempo ocioso insuperable y ya no se en qué invertirlo me puse a averiguar sobre el tema. De lo que encontré investigando, sentí una especial e inexplicable simpatía con una teoría a la que llaman El Efecto Mariposa: cada una de nuestras acciones, por más pequeña que sea, determinará una gran consecuencia a futuro. Va de la mano de la teoría del caos, y afirma que en el caso de los sistemas caóticos (¿Alguien pone en duda que todos somos un sistema caótico?), una mínima diferencia en las condiciones iniciales hace que el sistema evolucione de manera totalmente distinta a la planeada, Cada uno de nuestros actos, va construyendo lo que, para no poder hacernos cargo, nombramos como nuestro destino, nuestro futuro, y éste puede cambiar de un momento a otro, ante una mínima modificación, sin que siquiera nos enteremos.
Estamos tan preocupados y obsesionados con el futuro, que muchas veces nos olvidamos del presente, del ahora. Como si el tiempo fuera aire y muy fácil de conseguir, lo dejamos pasar, y pateamos todos los asuntos importantes para “más adelante”, inocentemente creyendo que la vida será tan generosa de devolvernos la oportunidad en un momento más conveniente.
Un olvidadísimo poeta romano citó una vez una frase conocida hoy hasta por el más ignorante de los habitantes terrestres: “Carpe Diem, Quam minimum credula postero” Vive el momento, no confíes en mañana. Y déjenme decir que éste hombre, hace ya casi 21 siglos, encontró una oración que resume en sí la única forma de vivir la vida, y no dejar que ella nos viva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario