martes, 8 de marzo de 2011

A la vuelta

Y cada día me sorprende más, o me traiciona. Me hizo caer, y yo, inocente, de nuevo. Me enamoró... me enamoró del pobre Johnny y de su estúpida ezquizofrenia. Logró enamorarme del jazzmen adicto y despúes de unos largos (¿o fueron horas?) minutos lo mató, lo asesinó cruelmente sin más que una página y media o dos.
Y yo inocente, sintiendo que me hacía el amor en cada palabra (no en las palabras exactamente), en su cadencia inevitable, en la forma en que fluyen, que nacen de la que alguna vez fue su mano y hoy no son más que archivos en la computadora de una editorial que se está llenando de plata ( y Aurora sabe...).
Y no hablo de sexo, muy lejos de eso, hablo de amor, de que el tipo me acaricia todo el cuerpo con esas manos largas y flacas, con la yema de los dedos, con esa suavidad. La misma suavidad con la que me acariciabas anoche los hombros y la punta de la naríz. De que me causaría cosquillas si acaso pudiera sentirlas y me haría reir durante horas, durante todo el tiempo que lo tengo en las manos, en los ojos, en la cabeza sobretodo, sobretodo en la cabeza.
Me engañó y yo llorando como una imbésil, muerta de calor en un asiento lleno de polvo y porquerías vencidas. Llorando por el pobre Johnny, por su increíble cordura incomprendida.
Y él ni sabe que existo, nunca lo supo. Él guiando mi vida, yo haciendo que él (él mismisimamente él) guíe mi vida y siquiera llegó a percatarse de mi pobre existencia, tan pobre como la de Johnny o la de él, aunque si de verdad pudiera tenerlo al lado mío, hablando, fumando, tomando coñac, durmiendo o simplemente al lado mío...
A él que está tan muerto, tan muerto como Jonnhy, tan muerto como yo.
Pero ya saben, no mejor que yo, pero lo saben, que me tendré que conformar con lo que me dejó (no a mí, pero me lo dejó) y con su foto en mi mesa de luz mirándome dormir, apreciándome sólo a mí, a mí solamente en todo momento; aunque nunca supo que iba a existir o que quizás lo amara. Aunque me siga engañando o me haga llorar, aunque no sienta las cosquillas pero sé que están ahí, a la vuelta de la página menos pensada.

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