miércoles, 30 de marzo de 2011

Sobre la Literatura

El hombre se sienta, acomoda los papeles y se dispone a escribir. Se retira hacia atrás, abriendo una puntual distancia entre sí y lo que será su obra. De ahí que pueda sonreír con la disciplina de quien ejecuta un acto que no es el propio cuando levanta la lapicera para ahogarla en el tintero. Pero el movimiento ha sido demasiado brusco: la mano roza el tintero, éste da dos o tres vueltas sobre sí mismo, y cae mediúmnicamente.
La tinta nace a borbotones, empujándose a si misma con atropello y se abre por fin a toda la superficie del papel. El hombre observa todo con pudorosa vergüenza, sin dar con ninguna acción reparadora. Piensa que se ha perdido poder escribir miles de palabras, pero tiene la curiosa sensación de que todas están allí, en una gruesa mancha de victoria.
Ahí y solo ahí comienza a ser escritor. Porque la escritura no es sino tinta derramada. Una equivocación previa es siempre su origen. Nadie escribe por acierto, se escribe por fallido, por error involuntario. El hombre se equivoca, calcula un mal gesto y surge el texto, la tinta se derrama y toda la labor del escritor se reduce a rendirse ante la perplejidad de lo irremediablemente consumado.


Eduardo J. González Tena

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